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Me arden las palabras en los brazos Ahí están, queriendo salir Como el preso mirando la luna a través De una ventana enrejada Como si la libertad no fuera Una canción de gritos y llantos Quiero que salgan y vuelven las palabras A la sazón de un viento inagotable Que rompan muros y cadenas Que inventen un lenguaje algebraico Que hagan y deshagan según su antojo Y que vuelvan a mí Sabiendo que van a morir de nuevo En mis brazos Me arden las palabras, me queman También en las sienes En los hombros, en las piernas, en el sexo Me arden y me envuelven con su tibieza Se colocan una detrás de la otra Y me cuentan largas historias Con inesperados finales de infancia El tono se vuelve enfermizo Punzante como el llanto de una guagua Lacerante como el arma que dispara Y aun más que la que no lo hace Quiero dejar de temblar en cada verso O temblar hasta ser amo de las olas Saberlas llamar por su nombre y causa Dominar su ira, perdonar s

El mito

Mi abuela es vidente. La gente va a su casa para que ella llame a los espíritus de sus familiares muertos. Mi abuela no hace trucos, realmente es vidente. Tiene noventa años, de joven viajó por todo el mundo, ahora está en silla de ruedas, pero se mantiene viva, despierta. Mi abuela dice que conoce la forma de encontrarse con los muertos. Dice que varias personas saben, es un mito que se expande. Hay que internarse en el bosque y caminar y caminar hasta que ya no puedas más. Mi padre ya va de regreso. Hace mucho que no hablábamos.
Qué clase de persona soy Que me escondo Detrás de las cortinas Debajo de las sábanas Detrás de un poste de luz Debajo de una mesa Me escondo Y me tapo los ojos He visto niños más valientes Con pistolas en las manos

Motor

En la casa de al lado, la de la derecha, siempre sonaba un motor. Todo el día y toda la noche. Al principio era molesto, no me dejaba dormir ni concentrarme en las cosas que tenía que hacer. Pero después me acostumbré. Uno termina por acostumbrarse a todo, por muy molesto que sea. Me acostumbré y dejé de preocuparme por el ruido de motor de la casa de al lado. A veces hasta lo olvidaba. Incluso a veces dejaba de sonar, y yo me sentía muy extraño, como si algo me faltara. Pero al rato ya volvía a escucharse el ruido, y yo decía; ahí estás, has vuelto, menos mal. O sea que no sólo me acostumbré al ruido, al cabo terminé por depender de él. Ya no podía dormir si no lo escuchaba, no podía concentrarme si no estaba ahí, constantemente, sonando tan cerca de mí que casi sentía que estaba adentro de mi propio oído. Nunca quise saber qué era en realidad. Quería morir pensando que en la casa de al lado había un motor. Un motor, encima de un suelo de madera, que constantemente estaba funciona

No importa

Cómo lleno ahora este silencio O más bien este ruido Constante Que quedará palpitando En mí Hasta mañana, o pasado, o que tal vez Nunca deje de sonar O nunca deje de ser silencio Cómo lleno ahora Los espacios que abrí para ti Como olvido las calles y los rostros Que no vi Porque sólo podía Ser en tu mirada Lo sé, lo efímero no debe ser Eterno El tiempo que se va No puede ser absoluto La noche no podrá Sanarme Mañana no estaré mejor Porque voy a reventar de preguntas Y dormiré a penas Un segundo Revelaré a mis ojos mi culpa Y ellos se encargaran De borrar tu rastro De mi cuerpo Seguiré ladrado al cielo Por ti o por alguien más No importa, No importa, realmente no importa Simplemente no puedo Aniquilar la costumbre de la ilusión Simplemente soy Un niño, un hombre, un pájaro Y una montaña Soy de llanto y de piedra Viviré mil años porque he intentado Con todo Y nada puede matarme Pero nunca sabré com