PERSONAJE y LECTOR
Bajé del bus y el hombre que me seguía ya estaba allí, en el paradero. Me observó de pies a cabeza, como lo hacía cada vez que nos encontrábamos. Comencé a caminar por la avenida de los buses y al llegar a la esquina de la iglesia católica doblé por la avenida de la plaza, que a esa hora estaba a oscuras y sin nadie que la transitara, a excepción de mí y del hombre que me seguía. Miré hacia atrás un par de veces para comprobar que continuaba tras mis pasos. Traté de caminar más rápido, pero cuando miraba hacia atrás notaba que él seguía a la misma distancia de mí, ni un metro más ni uno menos. Al llegar a la esquina, donde convergían las avenidas de la plaza y de las ferreterías, me detuve (él también se detuvo) y me puse a pensar qué dirección debía seguir ahora. Si seguía por la misma avenida llegaría a la escuela República del Ecuador, donde estudiaban los tres hijos de Caín. Si cambiaba de dirección y me iba por la avenida de las ferreterías llegaría, después de mucho