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Mostrando entradas de junio, 2018

Oráculo

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Claro, parecía un paradero, o un baño de esos antiguos, los pozos negros, como el que había en la casa de mi abuela cuando yo era niño, antes de que el tsunami arrasara con él y con todo. Pero no era nada de eso. La gente del barrio ignoraba que hacía aquella caseta allí, que aparentemente no servía de nada. A veces se vía a los niños jugando adentro de ella; la llamaban “el portal”. Ciertamente los niños son siempre los que están más cerca de la verdad. Pero tampoco era un portal. Esa caseta era el lugar al que llegaba a dormir todas las noches el viejo Oráculo. Para todos, un mendigo. Para mí y otros cuántos, un profeta. El viejo Oráculo llevaba ciento setenta años sobre la tierra. Decía que vivir era su condena. Lo conocí una noche de invierno cuando caminando cerca de allí se largó a llover torrencialmente. A lo lejos divisé la caseta y corrí a guarecerme bajo ella. Al llegar al umbral noté de inmediato que había alguien en su interior, acostado sobre una tabla que servía de asien