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Mostrando entradas de 2019

Mundo después de la máquina, cap 1, MERMELADA DE FRACASO

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Era poco más de medio día cuando salí de la oficina de Espinoza para ir a la casa de Gabriela Azul. La secretaria del edificio me dijo antes de salir; Buen día, Zeferino. Buen día, le respondí. Me quedé quieto mirándola. Ella agachó la cabeza y siguió en lo suyo. Voy a la casa de Gabriela Azul, le dije. Ah, muy bien, dijo ella, levantando la mirada sobre sus lentes de secretaria. ¿Me traerás mermelada? Preguntó, sonriendo complaciente. Veré si puedo, le respondí. Hice ademán de seguir mi camino, pero ella quiso continuar el diálogo. Espinoza está trabajando muy duro, casi no duerme, yo no lo veo muy bien ¿Cómo lo has visto tú? Pienso lo mismo, no está nada bien. Pero no hay nada que yo pueda hacer. Vamos, Zeferino, debes hacer algo por él. Solo te escucha a ti. También escuchará a Marcos, deben hablar con él. Llámenlo y díganle que venga a ver a Espinoza. Lo haré, Zeferino. Adiós Por fin era libre de seguir mi camino. Mas no era libre en mi mente

FRANZ YA NO SERÁ FRANZ, SINO EL MUERTO

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Después llegó Vitorino el Hermoso, pero antes estuvo El Muerto, que entonces no se llamaba El muerto, sino Franz. Franz paseaba por los pasillos y recovecos de la casa sin que nadie lo notara. Conocía todos los pasadizos, las puertas secretas, los oscuros rincones donde esconderse para que encontrarle fuese imposible. Yo lo llamaba, le gritaba; *¡Franz!             Si de pronto escuchaba un ruido, un golpe, el caer de algún objeto, era porque estaba expectante de mi llamado y muy alegre de verme. Si solo se escuchaban tímidos pasos a lo lejos, cuando la casa estaba en silencio (lo cual no ocurría a menudo), era porque venía sereno, sin prisa, pero venía. Si no se escuchaba nada, simplemente entendía que Franz no quería verme, mucho menos hablar conmigo, y yo respetaba su decisión.             Bueno, pero digamos que la mayoría de las veces, alegre o no, él venía a mi encuentro. Al verme, me miraba con sus ojos verdes, su rostro sin una expresión definida, y me decía;

REINA DE CORDEROS

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Reina de corderos hermosa princesa que huye por los cerros y rechaza realeza Así oraron más tarde para Catalina Ma, la hija del señor Ma, dueño de la fábrica de Ma, y por cuya gran generosidad y altruismo, había sido bautizada como Ma la población recién construida para los obreros de su fábrica. Pero nadie más contrario al señor Ma, que Catalina, su propia hija, pues Catalina Ma sólo quería una cosa, correr por los cerros junto a su rebaño de corderos, y rechazar toda opresión de su padre, gerente y gerente y gerente y todo eso. Él quería que estudiara en las universidades de Asedio, o de Rivera, pero que estudiara. Sin embargo, ella, a sus diez y ocho años, seguía siendo una niña, y luego a los veinte, seguía siendo una niña, y luego a los veinticinco, seguía siendo una niña, y luego también a los treinta, los mismo, y lo mismo, y lo mismo. Hasta su muerte, Catalina Ma siguió siendo una niña de seis años, una niña de menos un metro de altura, una niña vestida con

Mi querida cueva

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Y saldrás y verás el sol y sabrás que es mentira Saminides 3:34 Antes de salir del edifico decidí pasar al baño. Allí, sin querer, sentado en la taza, escuché la siguiente conversación. Ricardo Marín es un estúpido. Sí, Ricardo Marín es un estúpido. No me gusta su cara. Además de estúpido, es bastante feo. Sí, además de estúpido, es realmente muy feo. Pero sobre todo es muy estúpido, eso yo creo que nadie lo duda. Así es. Y vive en una cueva. Sí, eso sí que lo hace realmente estúpido. El muy idiota vive en una cueva. Bueno, yo era Ricardo Marín. Y sí, efectivamente, yo vivía en una cueva. (Ella) Mi querida cueva, estaba ubicada en un cerro virgen de Entrequén, lejos de las casas de la gente y sus malditos boches, que poco me gustaban. Gracias a mi trabajo de gerente en una empresa de televisores, tenía el dinero suficiente para hacer de mi cueva un lugar habitable par un ser humano del siglo XXI. Nada me faltaba, ni siquiera la tecnología. Pero tenía

PERSONA DESAPARECIDA

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La avenida de Cristal era el lugar ideal para pegar carteles de personas desaparecidas, pues era esta la más transitada de la ciudad. Largos pendones colgaban de lo alto de las tiendas, mostrando los rostros de los ídolos de la televisión.   Las tiendas ofrecían sus mejores ofertas, y esto era, por supuesto, anunciado en todas partes. Jeremías, acostado en su cama, recordó que, durante la celebración del pasado año, casi no se podía caminar por la avenida de Cristal, porque había demasiada gente comprando regalos a última hora. Ser abogado le daba mucho dinero, claro, pero de qué servía, si no podía caminar por la avenida de Cristal.             Cambió de canal y se puso a ver una de vaqueros. El wéstern era su género favorito. Con el ruido de una balacera afuera de una cantina de pueblo, Magdalena despertó. *¡Apaga esa mierda! Le gritó. Jeremías la miró sin decir nada, sonrió y apagó el televisor. No quería discutir con su esposa. Esa noche no. Quería estar tranquilo