El señor Juan Emar



El señor Juan Emar estaba sentado en su casa. Estaba sentado encima de su casa. Estaba sentado arriba de su casa y sostenía en su brazo un loro particular. El señor Juan Emar jugaba a las cartas en el techo de su casa con su buen amigo y ex compañero de aventuras en las selvas colombianas, Rudecindo Malleco. El señor Juan Emar vivió de la vanguardia y terminó sus días en silencio escribiendo una gran obra que espero leer después de leer sus otros libros que son súper pocos pero el contenido es demasiado cuático. 

El señor Juan Emar se va a vivir a París, a España, a Inglaterra. Pasea por el mundo y el mundo pasea por el señor Juan Emar. He aquí un hombre de esfuerzo. He aquí un hombre de esfuerzo y de calva. Una calva pronunciada hacia afuera como las grandes calvas. El señor Juan Emar escribe un diario y las fechas no le calzan pero el señor es inteligente y logra resolverlo. 

El Señor Juan Emar es el señoooooooooooooooooooooooooooor Juan Emar y es de los grandes. De los grandes que se sientan a fumar en los techos de las casas y juegan cartas con hombres muertos y guillotinados. 

Un Señor llamado Juan Emar no es un señor que no se llame juan emar.  Yo no soy un señor 
que se llame Juan Emar pero él lo es  sin duda. Don Juan Emar, el señor don Juan Emar. 

Dueño de los laureles y de las casas y de las historias de unicornios. El señor, el señor, el señooooor.

Un Señor Don Juan Emar

Juan

Emar

J'en ai marre

ESTOY HARTO

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