Casi olvido las líneas que tenía que decir cuando vi a Eliseo entre el público. Mi compañera me miró, un poco horrorizada, pero volví en mí y dije las líneas que tenía que decir, y la obra continuó de forma normal. Terminamos con una ovación general, con la mayoría del público de pie. Eliseo, en cambio, estaba sentado y no aplaudía. Se veía enojado. Pensé que no le había gustado la obra, y decidí no darle importancia. Ni siquiera lo conocía bien, era un joven que vivía en el mismo barrio que yo, un poco extraño a mi parecer, pero no más que cualquier otro joven de esa edad. Después, en los camarines, Diana, la compañera que había notado mi turbación, se me acercó. *¿Qué pasó, Javier? me preguntó. Te demoraste como un minuto en decir tu línea. *Sí, le dije, perdón, pensé que la había olvidado, pero la recordé. *Menos mal. Bueno, tranquilo, a cualquiera le pasa. *Claro. Aparte de Diana, nadie más entre el elenco me dijo algo al respecto. En general se comentaba sobre lo
Me encontraba en mi patio observando las calas que ya habían florecido, al igual que florecido estaba el ciruelo. Ambas flores eran blancas, y todo el patio estaba cubierto de pequeños pétalos que resaltaban sobre el verde de las plantas y del musgo. Durante la mañana me había dedicado a escribir historias. Una de ellas partía tal como estaba ahora, sentado en una banca del patio, observando las flores. Pero luego sucedían cosas extrañas y todo terminaba en un ambiguo desenlace que no dejaba bien claro que había ocurrido con el protagonista. En cuanto a la historia, no era nada del otro mundo. Al personaje le pasaban cosas, y se encontraba con otros personajes, bastante raros la mayoría, que le daban las claves para continuar en su aventura, y me daban a mí la excusa para continuar con la narración. Todos estos personajes y situaciones formaban parte de un mundo que yo me imaginaba. A veces hacía algunas anotaciones sobre este mundo. Dibujaba esquemas y mapas, pero en realidad, t
Hace unos meses me enteré por un amigo de que el liceo donde cursé mis estudios secundarios cerró después de casi dos siglos de funcionamiento. Su decadencia venía ya desde los tiempos en que yo estudiaba allí. La cantidad de matriculados era cada año más baja, y no había persona ni corporación que quisiera comprar el edificio, menos continuar con clases de ningún tipo. No hubo solución, el emblemático liceo de Entre quien quiera fue cerrado y los pocos alumnos que aún quedaban tuvieron que ser reubicados. Mi reacción ante la noticia fue natural. En verdad no sentía gran aprecio por el lugar, ni sentía tanta nostalgia de aquellos cuatro años de mi adolescencia, ni siquiera recordaba muchas cosas. Aprendí lo necesario para entrar a la universidad, pero no lo suficiente para salir. En comparación con otros compañeros y compañeras, yo estaba en desventaja. La tradición educacional que tuvo alguna vez el liceo, había desaparecido. Una de las cosas que recuerdo, por ejemplo, es a una pr
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