Música gitana



Emilia y Arturo eran los mejores amigos de Andrés, uno de los chicos del círculo que yo frecuentaba en la universidad, aunque en realidad Andrés soy yo, pero vamos a hacer como que no, como que era uno de los chicos de círculo que yo frecuentaba en la universidad. Yo los conocí después entonces, la tercera vez que fui a su casa y me parecieron unos chicos bastante agradables; Arturo se parecía a John Lennon, con su pelo largo y sus lentes redondos, y Emilia era una muchacha que a simple vista se notaba su origen gitano. Amo la cultura gitana -le dije, cuando ella me confirmó con sus palabras que lo era. Yo no- me contestó-. En este país la han ensuciado bastante los mismos gitanos. Le dije que sí, que era cierto, que yo igual me daba cuenta de ello pero que me refería a los gitanos originales, a los europeos, o a los del norte de la India si íbamos aún más hacia el origen. Emilia parecía reticente a la idea de que la cultura gitana era una gran cultura, pero Igual disfrutó cuando Andrés se puso a tocar en guitarra una canción de Goran Brégovic que había aprendido pocos días atrás. Los cuatro la cantamos a coro, aunque yo de manera bastante deficiente pues la letra no me la sabía muy bien, aparte de que el idioma era bastante difícil.
-¡Algún día voy a aprender rom!-dijo Andrés, cuando yo hice alusión a lo del idioma.
-Yo te puedo enseñar un poco-le dijo Emilia.
-Pensaba en tomar un curso en la universidad, hay un profe que hace clases de idioma gitano, pero ya que tú te ofreces como profe, mejor…
-Claro, pero igual puedes tomar el curso, si quieres…
 Arturo miró de reojo a Andrés. No sé con qué intención lo habrá hecho, pero lo miró. Andrés pareció no darse cuenta porque volvió a tomar la guitarra y siguió tocando un rato más.
-¿Te sabes alguna de Kusturica?-le preguntó Emilia minutos después.
-No-contestó-. Conozco algunas, pero no me las sé en guitarra.
-Lástima-dijo la chica-. Kusturica es el mejor.
-Me sé una de Gogol Bordello, si es que sirve.
-¿Gogol? ¿Cómo el escritor?
-Sí, el grupo se llama así por el escritor.
 Yo, que escuchaba la conversación desde atrás, me puse a pensar en lo que había leído hasta el momento de Gogol (que se extendía tan sólo a un par de poemas y algunos fragmentos vagos de El capote) y me acordé también de Las meninas, que es un cuadro que Velásquez pintó en el siglo XVIII pero que también fue una de mis canciones de mis favoritas durante un año particular que no vale la pena recordar ahora.
-Me gustan los rusos-dijo Emilia-, pero prefiero la literatura alemana. ¿No te parece que es mejor?
-Quizás-dijo Andrés, pero lo cierto es que prefería la literatura chilena sobre cualquier otra.
-Mejor sigue tocando, Andrés-dijo Arturo, interviniendo en la conversación-. La u me tiene chato, no quiero seguir escuchando aquí también sobre literatura.
-Si no te hubieras fijado en mí-le dijo Emilia- no te hubiera gustado la literatura, tú fuiste el tonto.
-Es cierto eso-dijo Andrés, dando un golpecito en el brazo de su amigo.
Los cuatro reímos de buena gana. Yo conocía la historia de cómo se habían conocido Emilia y Arturo porque Andrés me la había contado en la tarde, cuando me había dicho que ellos vendrían también esa noche.
 Después seguimos tomando y fumando pitos toda la noche, y Andrés siguió tocando canciones de gypsy punk y otros estilos del rock que escuchaba en esa época. 

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