Al final de todo

Vine entre los barcos de esta bahía, buscando el mar
donde pudiera encontrar
nada.
Vine sobre algunas olas
a decir el nombre de los que se perdieron.

Te dije:
aquí está mi corazón para que te lo comas a gritos
las armas se han olvidado de nosotros
(mejor así, dijiste tú)
las calles, los supermercados, los autos están vacíos, y siempre
estarán vacíos.

Asumo la herencia de esta orbe, la herencia de la caída, lo inminente...
Pero yo no estoy diciendo nada
ni quiero decir ni encontrar nada, más que a ti, esperándome
al final de todo.

Yo anduve, caminé un tiempo entre los postes.
Y la luz se hizo mi enemiga
y los muros se hicieron mis enemigos, porque ya no podía escribir en ellos
que también mis pies se habían hecho mis enemigos.
Hablé con el lenguaje de los viejos
de los subterráneos de mi casa
-y de todas las casas-
de la cercanía constate con la fatalidad, la hermosa fatalidad...

Anduve, lloré y el día quería matarme.
Sigo sin decir nada, sin buscar. El mar que vine buscando se aleja en cada
paso.
Me dijiste:
no vine entre los barcos buscando nada en el mar que anduve
no traje un corazón
y nunca hice un camino.

No quiero hablar ni menos correr, pero avanzo a veces.
Al final de estos barcos, en una arena
conocida
espero encontrar nada,
sólo a ti, esperándome como nadie lo ha hecho, con la fuerza de la libertad...
al final de todo.



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