A veces todos nos desvancemos
mi mano gira
frente a tu rostro
y tú te vas
desvaneciendo
lentamente
frente a mis ojos
defendiéndote
de cada uno
de mis dedos
clavando un
cuchillo
entre ellos,
haciendo la
señal de la cruz
en la palma
de mi mano
¿quién
anulará a quién?
a veces
todos nos desvanecemos
mis dedos
saben que tu rostro ha cambiado
siento tus
gritos en la yema de mis dedos
ardiendo
como la leña
de la estufa, ardiendo, como la transfiguración
de los
árboles
ardiendo
como un mesías que no puede bajarse
de la cruz
el tiempo se
desvanece
junto a
nosotros
el reloj se
derrite
y me quema
el plástico
que cae
sobre mi cabeza
los
murmullos de las fotos, los murmullos de las fotos
los hijos de
la antigüedad
esa
antigüedad en blanco y negro a la que temo tanto, tanto como temo
a la
fatalidad;
la bandera
de la fatalidad ha sido
mi propia
bandera
tú lo sabes
mejor que
nadie
¿y quién
sabe cuál es el verdadero nombre de las cosas?
yo nombro
todo según lo que cuentan los ancianos
pero mi
pelea no está aquí
este lugar
no me pertenece
ni siquiera
frente a tu rostro
ni siquiera
está mi mano
frente a tu
cara de gitana malvada
la pulenta
visión de una mano alzada siempre corrompe los sueños
de los
hombres
los cuerpos
ahora se tienden como una cuerda
entre la
bestia y el ángel
y más allá
más allá ya
no hay nada
abajo,
el abismo.
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