Que esto, que lo otro

   

     Corrígeme si me equivoco, le dije, pero no es aquel de allá el hombre ese que tú decías? Sin embargo, cuando ella se dio la vuelta para mirarlo, él ya había desaparecido, o quizás nunca estuvo ahí y una vez más fueron mis sentidos los que me engañaron. Entonces le dije; cuéntame una historia que termine en tragedia, y ella sacó su guitarra y se puso a tocar toda la noche sus penas, armando una fogata con el sólo vibrado de sus cuerdas vocales. Estuvimos toda la noche hasta el amanecer discutiendo la validez de la violencia, que esto y que lo otro, que las piedras, que las manos. Somos seres turbios, le dije, le dije, estamos nadando no contra una sino contra cien corrientes, le dije, vamos a terminar fabricando nuestras propias tumbas, le dije, y ella asentía ante cada cosa que yo decía. 

     Tomamos un par de tragos, aunque yo no bebo mucho, solo cerveza y aveces, cuando quiero. A ratos me ofrecía dinero para volverme a mi casa y yo le decía siempre que sí, que no se dijera más, que se viniera conmigo. Y al final nos íbamos caminando, avanzando, hablando de libros, de historia, de miedos; ella temía llorar un día sin amor y yo temía dejar de llorar un día sin memoria.  Pero en el fondo no nos ahuyentaba nada. Toda la soledad que teníamos en los ojos, la entregábamos el uno al otro cuando nos mirábamos. Llegamos a ser uno en la soledad del camino.

    En mi casa hacíamos el amor casi sin descanso. Ella me preguntaba cosas y yo le respondía, tratando de saberlo todo para decírselo todo. Yo formulaba teorías y ella las escuchaba; la palabra junta con otra palabra carga un sentido que no existe, le decía. El problema del mundo es que aún no hemos aprendido a quedarnos quietos, le decía. Más allá de la existencia y de la esencia, debe haber algo más, e incluso algo más allá de eso, le dije, y entonces ella reparó en eso y me pidió que le explicara. Estoy diciendo que primero existes, luego te defines, te construyes, y luego haces. No puedes quedarte sólo en la esencia, eso es como creer que el arte se sostiene por sí mismo. ¿Entonces qué propones? me preguntó. Un esquema triple, le dije. Existencia, esencia, presencia. Hacernos presentes en el mundo más allá de existir solamente. Cargar cada uno de nuestros actos con la más pura de las intencionalidades. No solo construirnos, sino que también construir. O nuestro paso por este mundo habrá sido una mierda insignificante. 

    No se puede ir por la vida devastándolo todo, pensé. Entonces le di un beso y dormimos abrazados.

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