Ya no sé quienes somos
Ya no sé quienes somos, y me pregunto si alguna vez lo he sabido. Esto es como un juego, como un juego donde se mata o se muere. Hemos sido como sombras todos nosotros, nos han metido el dedo en la boca los muy maricones. Nos han dormido y nosotros, pecando como siempre de ingenuos, no hemos despertado.
En la raíz del recuerdo nos hemos olvidado de todo, hasta de nosotros mismos, o de nosotros no-mismos, porque hay que ser muy hueón para no darse cuenta de cuanto hemos cambiado.
Ya no sé quienes somos, pero alguna vez tuve una vaga idea por lo menos, y me sentaba en las ventanas mirando hacia el sol, masticando cebollas para cagarme el aliento, ventilando las presas en el (t)oxígeno del mundo, y a veces miraba las estrellas, yo, con mi cara de cabro, esperando que alguien viniera y me salvara, pero nunca vino nadie y ahora ya sé que nunca va a venir nadie, que estoy solo, que estamos solos, que cada uno está solo, y nos contaos historias repetidas, viejos logros del pasado, y entonces nos sentimos aún más solos que antes.
Mi padre y mi madre me han contado hoy historias espeluznantes; sangre débil ha corrido siempre y va a seguir corriendo, mientras sigan los fuertes acumulando agua de los acueductos, y nos hayamos decido aún patearles el trasero, el culo, el misero culo de los poderosos, que al final no tiene ninguna diferencia con el resto de los culos si todos sirven para botar mierda, pero debemos empezar a preguntarnos cuanta mierda botamos y cuanta es la que se nos queda adentro.
Cráneos poli-contusos cuelgan de la tele, de todos los canales de la tele. Van contando los muertos, uno por uno, y en la casa del al lado mis vecinos se cagan de la risa, mientras yo noto que me quiere salir el llanto, y veo en la tele otros llantos, que en realidad más que llanto las hueás parecen semen deshidratado.
Estamos ardiendo compañeros, no nos queda nada, ya no sé quienes somos.
En la raíz del recuerdo nos hemos olvidado de todo, hasta de nosotros mismos, o de nosotros no-mismos, porque hay que ser muy hueón para no darse cuenta de cuanto hemos cambiado.
Ya no sé quienes somos, pero alguna vez tuve una vaga idea por lo menos, y me sentaba en las ventanas mirando hacia el sol, masticando cebollas para cagarme el aliento, ventilando las presas en el (t)oxígeno del mundo, y a veces miraba las estrellas, yo, con mi cara de cabro, esperando que alguien viniera y me salvara, pero nunca vino nadie y ahora ya sé que nunca va a venir nadie, que estoy solo, que estamos solos, que cada uno está solo, y nos contaos historias repetidas, viejos logros del pasado, y entonces nos sentimos aún más solos que antes.
Mi padre y mi madre me han contado hoy historias espeluznantes; sangre débil ha corrido siempre y va a seguir corriendo, mientras sigan los fuertes acumulando agua de los acueductos, y nos hayamos decido aún patearles el trasero, el culo, el misero culo de los poderosos, que al final no tiene ninguna diferencia con el resto de los culos si todos sirven para botar mierda, pero debemos empezar a preguntarnos cuanta mierda botamos y cuanta es la que se nos queda adentro.
Cráneos poli-contusos cuelgan de la tele, de todos los canales de la tele. Van contando los muertos, uno por uno, y en la casa del al lado mis vecinos se cagan de la risa, mientras yo noto que me quiere salir el llanto, y veo en la tele otros llantos, que en realidad más que llanto las hueás parecen semen deshidratado.
Estamos ardiendo compañeros, no nos queda nada, ya no sé quienes somos.
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