Aprendiendo del oxígeno.
Resistiendo desde mis sábanas viejas.
Seduciendo a las cuerdas de un instrumento
que de apoco va cayendo en el olvido
-igual que yo-,
me siento también a caer hacia lo irreparable,
hacia lo que está mucho más allá de lo súbito,
asimilando los relojes que no paran de sonar
en toda la casa...

doblegándome al temor,
he sido la pieza fundamental de esta ironía.
Quiero correr y no puedo,
sólo sigo siendo un espejismo en el desierto,
acogiendo con los brazos abiertos y con la cabeza ensangrentada
a los hijos de la suciedad, a los hijos del asco...

Todo se acerca y se hunde conmigo,
sin que nada sea fatal,
sin que nada se extienda más allá de lo reconocible,
sólo yo me convierto en lo perecedero.
Y de apoco me voy borrando, desdibujándome
hasta que no quede de mí
más que un eco, establecido sobre las bases del próximo siglo,
o del pasado,
o de cualquier parte de toda la inmensa materia de la historia.


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