Retrato
Lo primero que dibujé de ella fue su boca.
Haber comenzado por su boca fue una
decisión totalmente aleatoria. Perfectamente hubiera podido comenzar por su
nariz, o por los ojos, y a fin de cuentas hubiera sido el mismo resultado; yo,
enamorado de alguien a quien no conocía, pero que todos los días veía pasar a
la misma hora por la misma esquina de la plaza. Al principio sin embargo, no
pensé que sería así. Yo sólo quería dibujarla porque su rostro me parecía
atractivo, tan atractivo como para invitarla a salir. Pero me conformaba con
hablarle, o aún menos, con que ella me mirara. La primera vez que la vi venir,
pensé que sería igual que el resto de la gente. Que pasaría una vez, se
alejaría y ya nunca más la volvería a ver. Pero no fue así. La volví a ver
muchas veces, y eso fue más terrible que no haberla visto jamás.
Después de tantos años de trabajar en la
calle, de ver pasar tanta gente insignificante para tu propia vida, de dibujar
tantos rostros que pronto olvidarás, te acostumbras a eso; a la soledad.
Entiendes que todos son sólo instantes ínfimos en tu vida. Pequeños destellos
de existencia, que pronto acabarán y que de nuevo serás tu solo. Solo en un
mundo cada día más hostil. Sin embargo, con ella fue distinto. O mejor dicho, pensé que lo sería. Cuando la vi
venir por primera vez era una más, pero al cabo de un par de días, ya resaltaba
para mí sobre el resto. No sé por qué, no sé con qué intención. Pero su rostro
se alzó como una luz entre las sombras. Yo, que acostumbro a estar cabizbajo,
alcé un día la vista y la vi venir, alegre como siempre en adelante. Supongo
que no podré olvidar ese día.
Comentarios
Publicar un comentario